San Roque El ViejoLa exitosa edición de las Edades del Hombre en Oña, celebrada el año pasado, ha supuesto un afán de imitación en otras localidades de la provincia, que están promoviendo ideas similares, como puede suponerse, de carácter doméstico. No obstante, estas iniciativas favorecen la puesta en valor del tesoro patrimonial que esconden nuestros pueblos. Es el caso de Pradoluengo. En esta ocasión, han sido los componentes de la Asociación de Amigos de la localidad, quienes han propuesto desarrollar una exposición que desempolve piezas pertenecientes a la parroquia o a antiguas cofradías religiosas. Destacan entre ellas, varias casullas de origen americano y filipino, delicadas obras de orfebrería de talleres madrileños y gaditanos, así como imágenes de gran veneración en la Época Moderna.

"Y San Roque el Viejo apareció en Pradoluengo"
Texto y fotos: Juan José Martín García. Doctor en Historia.


San Roque El ViejoAltamente sorpresiva en el proceso de catalogación, ha sido la “aparición” de dos esculturas en madera, una correspondiente a San Martín, titular de la primera parroquia existente en Pradoluengo, hoy desaparecida, y otra de San Roque, patrón de la Villa Textil. Tras un primer análisis, parece confirmarse que ambas han sufrido restauraciones “tipo Borja”, si efectuamos un paralelismo con la mundialmente conocida del Ecce Homo, realizada por la sin par Cecilia Giménez. Repintados que condenan policromías originales, cubrición de elementos vitales en los rostros, manifiesto arrinconamiento y abandono, nos han legado en un estado deplorable unas imágenes que, si bien no suponen ningún hito en la rica escultura burgalesa de Época Moderna, sí que poseen un enorme valor histórico para la comunidad a la que pertenecen. La figura de San Roque, muestra la disposición con que se representaba al “azote de la peste” a finales del siglo XVI y principios del siglo XVII, con pequeño ángel a los pies y perro blanquinegro que porta una hogaza de pan. Por su parte, San Martín, aún conserva su báculo de obispo, aunque le falta entre otras cosas, una de las manos.

Una revisión a los libros de fábrica y a los de la cofradía de San Roque, nos han aportado información valiosa sobre ellas. Como hemos adelantado, la de San Martín presidía el altar mayor de la primera parroquia de la localidad, situada en el barrio de su nombre, y de la que no quedan restos en la actualidad. Los visitadores del Arzobispado, ya daban cuenta de su mala situación en 1643: “Otro sí visitando su merced las ermitas deste dicho Lugar, alló que dentro de él estaba la de San Martín, la qual fue parrochia antigua por tener pila que lo denota, y contar por tradición ser anssí, la qual está mui ruinosa y para caerse, y si con presteça no se acude a su remedio lo hará”. Efectivamente, a día de hoy tan sólo se conserva un tapial a los pies de la antigua iglesia, así como la aparición de restos humanos correspondientes a los enterramientos adjuntos, aparecidos cuando se han llevado a cabo labores de canalización.

San MartínNueve años antes de la cita anterior, en 1634, nos encontramos con la primera referencia a la otra imagen, la del patrón San Roque. En el inventario que hace ese año la cofradía del santo, se anota la pertenencia de “su altar y santo que dicha cofradía ha hecho a su costa”, así como de un pendón de damasco carmesí, una campanilla pequeña, un atril, una sábana para el altar, un frontal y ocho tierras de pequeña capacidad en Garatia y Las Viñas. Las cuentas de la cofradía, suponen un auténtico viaje al pasado por su escrupulosidad y detalle. Entre sus gastos, destacaban los destinados a la “colación” de la festividad del patrón. Así, en 1687 se dedicaron 75 reales para comprar 12 cántaras de vino, consumido por los hermanos y hermanas cofrades. Esta costumbre, intentaba ser aplacada por los visitadores, como Don Antonio Paíno, quien encargaba al abad, al prior, andadores y mayordomos, “que aumenten y conserven la cofradía, no haciendo gastos excesivos en las colaciones que se llaman”. Parece ser que los pradoluenguinos, píos en toda época, no hicieron mucho caso de esta recomendación, ya que, en 1706, las cántaras ascendieron a 36, tres veces más que veinte años antes. Posteriormente, en 1798, se gastaron 300 reales, “en retocar la Ymagen de dicho Santo y añadir algunas cosas que le faltaban para su mejor adorno”, como fue cubrir la desnudez del pequeño ángel de los pies. No es hasta finales del siglo XIX, cuando se talla la actual imagen del patrón de Pradoluengo, dejando “abandonada” la de su predecesor durante cientos de años, San Roque “el Viejo”. Tras su “descubrimiento”, parece sensato que, junto a su compañero de travesía secular, San Martín, se proceda a su adecuada restauración por parte de un taller especializado.

 

"Y San Roque el Viejo apareció en Pradoluengo"
Texto y fotos: Juan José Martín García. Doctor en Historia.