La mitad de Pradoluengo tiene el carné de la biblioteca.

El número de préstamos aumentó «ligeramente» en 2016 respecto al año anterior / El perfil mayoritario: mujer mayor de 50 aficionada a la novela.

 DIEGO SANTAMARÍA.

El fantasma de la despoblación amenaza a Pradoluengo, que al igual que tantos otros municipios de la provincia corre el riesgo de convertirse en un «desierto demográfico». Sin embargo, su biblioteca puede presumir de contar con la mitad del censo con carné de usuario. Y es que al cierre de 2016 se expidieron 604 tarjetas, una cifra nada desdeñable para una localidad que en estos momentos ronda los 1.200 habitantes. No obstante, en el último ejercicio apenas se tramitaron «unas 30» nuevas.

En realidad algunos menos, precisa su bibliotecario, Juanjo Martín, gestor de préstamos y profesor asociado de la Universidad de Burgos (UBU) de Historia Contemporánea que durante 20 años ha sido testigo directo -sobre todo en la última década- de la caída en picado del sector del calcetín que ha dejado una villa textil en «plena decadencia» poblacional que ha logrado salvar los muebles en buena medida gracias a la imprenta de Hermanos Bacigalupe. Sea como fuere, considera que la proporción entre usuarios y censo resulta «bastante significativa», aunque «muchos pueblos también llegan a esos ratios».

Obviamente, «no todos (los socios) van», al menos de forma habitual. Aún así, la biblioteca recibió el año pasado «la visita de 4.216 personas», lo que supone una media de «17,42 diarias». Por otro lado, las jornadas más concurrida entre semana -el centro abre de lunes a viernes de 16.30 a 20.30- suelen ser los jueves. Por meses, los invernales se llevaron la palma.

Aunque las visitas se han mantenido en unos estándares similares a los de 2015, Martín asegura que el número de préstamos se incrementó «ligeramente» el año pasado. En total, «1.406 libros de todo tipo» a los que hay que sumar «cerca de 500 vídeos y películas de entretenimiento, sobre todo entre el público infantil y juvenil».

Pequeños y jóvenes siempre han sido un lectores asiduos, tal y como ha podido constatar Martín en estas dos décadas de trabajo. Por desgracia, «cada vez hay menos chavales». Lo único «positivo», por aquello de poner al mal tiempo buena cara, es que «los niños de los pueblos de alrededor vienen a por libros». De hecho, la biblioteca cuenta con socios de «toda la comarca».

Si hay un perfil de usuario que predomina es el de la mujer «mayor de 50 años» que muestra «preferencia por la literatura narrativa, sobre todo novelas y trilogías de gran tirada». Y siempre están atentas a las novedades, hasta el punto de que según llegan «te las quitan de las manos».

Son esas lectoras empedernidas las que aguardan con impaciencia la llegada de nuevos envíos. Por lo general, el centro recibe «tres al año», aunque el número de libros en cada pack varía en función del presupuesto que maneje el Sistema de Bibliotecas públicas de Castilla y León. Eso sí, Martín confiesa que en la actualidad «no nos podemos quejar porque estamos muy bien surtidos», aunque recuerda el «bajón» de años anteriores a causa de la «crisis».

De los hombres adultos no puede decir lo mismo, pues salvo excepciones «brillan por su ausencia», bromea. Además, la mayoría de los que van se decantan por las revistas para una lectura rápida in situ.

Lo que «paradójicamente» se ha «estancado» frente al préstamo de libros es el número de internautas que utilizan las cuatro computadoras de la biblioteca. A este respecto, cree que «la explicación pueda estribar en que antes había muchas personas sin ordenador en sus domicilios, pero hoy en día prácticamente todo el mundo lo tiene».

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